La polémica esta servida, la muerte de un cocinero dirige las miradas y los elogios de los compañeros de profesión como ya ocurrió con la de Bernard Loiseau aquel 25 de Febrero del 2003. Y es que por muy raro que parezca, creo que esta es una profesión especial en la que muchos nos sentimos parte de una gran familia.
Aún no siendo uno de mis cocineros favoritos, este grande de la cocina defendió a capa y espada el amor por la materia prima, el uso de los productos locales, la profesionalización en la cocina y en la sala, era un apasionado de las setas, la caza, los quesos...
Y acuñó esa gran frase de que el principal instrumento que debe usar un cocinero es la calculadora.
La mayoría de sus pensamientos eran completamente acertados, nos hacen falta más profesionales, estamos muy atrasados en educación culinaria, y hay que exigir la máxima calidad a los productos que damos de comer a nuestros comensales, lástima que la polémica sea muchas veces, el poso que nos queda.
Yo coincidí con él en tres ocasiones, que recuerde, una en el hotel Ritz en el año 2000, su equipo había venido del Raco a dar una degustación y estaban encargados del primer plato.Unas maravillosas judías del ganxet con manzana y butifarra(si tuviera tanta memoria para otras cosas)
La segunda fue con mi compañero y amigo Jose en una de esas ferias gourmet, en la que solo pudimos seguir su rastro.
Y la tercera en aquel Madrid fusión que tantas heridas abrió.
Algunos de mis compañeros en Arzak habían compartido cocina con él, y aunque había opiniones encontradas, esta claro que era grande.
De todas formas, se ha ido uno grande en lo literal y en lo figurado... como dice Manolo hoy alguien comerá de puta madre en el cielo.
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